Elecciones 2025: ¿Democracia o dinastía?¿El peronismo se asegura otro mandato en Santiago del Estero?

Santiago del Estero 2025: Más Zamora que nunca, con un toque de dinastía

En una tierra donde el tiempo parece haberse detenido y los relojes marcan eternamente la misma hora política, Santiago del Estero se prepara para sus elecciones de 2025. Como si de un guion de telenovela se tratara, Gerardo Zamora, el eterno amo y señor del feudo santiagueño, cede simbólicamente el trono a su esposa, Claudia Ledesma Abdala, asegurando que el apellido Zamora siga apareciendo en las boletas, aunque sea en letras pequeñas.

La oposición, mientras tanto, parece más débil que una siesta santiagueña bajo el algarrobo. El PRO, tras perder su personería jurídica, quedó reducido a murmullos de viejas glorias en WhatsApp. Y la Libertad Avanza, esa fuerza que promete prender fuego todo lo que no funciona, no logra encontrar un candidato que pueda encender ni una vela. A falta de líderes sólidos, la competencia se reduce a murmullos de indignación en las redes sociales y escasa movilización en las calles.

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Claudia Abdalá, la futura candidata a Gobernadora

Pero el verdadero protagonista aquí no es ni Zamora ni la oposición, sino el miedo. Un miedo ancestral que recorre las calles polvorientas y las casas humildes del interior santiagueño. Miedo al cambio, miedo a lo desconocido. Porque en Santiago del Estero, el peronismo no es solo una ideología política: es una religión. Y como toda religión, se abraza incluso cuando el altar está carcomido por la pobreza extrema.

La paradoja santiagueña: empobrecidos, pero leales

Año tras año, la provincia encabeza los rankings de pobreza y precariedad. Sin embargo, a la hora de votar, la fidelidad al peronismo sigue tan firme como los quebrachos que decoran el paisaje. Quizás sea porque Zamora ha sabido combinar magistralmente dos ingredientes clave: el clientelismo político y la narrativa del miedo. “¿Y si viene uno peor?”, se murmura en los barrios más humildes. Como si cambiar de gobierno fuera un salto al vacío, cuando la realidad ya parece un pozo sin fondo.

La sátira se escribe sola cuando se piensa en cómo Santiago del Estero ha abrazado su destino político con resignación. Las promesas de desarrollo y progreso son tan familiares como los camiones con electrodomésticos que llegan en épocas electorales. Mientras tanto, los problemas de fondo -educación, salud, trabajo- siguen tan invisibles como los candidatos opositores en los actos públicos.

Un futuro sin sorpresas

El desenlace de estas elecciones parece tan predecible como el calor de diciembre en la provincia. Claudia Ledesma Abdala se alzará con la victoria, asegurando que la dinastía Zamora continúe intacta. Y el pueblo santiagueño, atrapado entre el miedo y la costumbre, seguirá eligiendo lo conocido.

Quizás algún día el cambio llegue a Santiago del Estero. Pero mientras tanto, los santiagueños seguirán siendo rehenes de su propia historia, escribiendo otro capítulo en el libro de un peronismo que parece eterno, incluso en medio de la pobreza más absoluta. Porque aquí, más que votar, se reza. Y el santo es siempre el mismo.

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