Remisero de día, estafador de noche: ¡una doble vida que dejó a Santiago del Estero sin aliento!
Así podría resumirse la historia de Diego Fernando Velázquez, un colombiano que ha desaparecido de la provincia dejando una estafa de proporciones millonarias, y cuya astucia para el engaño ha dejado a varias familias en la ruina. Nadie sospechaba que, detrás de su imagen de trabajador, se escondía un embaucador profesional, acompañado por su novia, Ana Salomé Suárez, con quien tramó la farsa.
La trama comenzó cuando Velázquez ofreció a sus víctimas «inversiones personales» con promesas de ganancias increíbles. Un particular y su esposa, cautivados por la oferta, vendieron una casa y un vehículo, y entregaron $20.000.000. «El acuerdo» era que en pocos meses recibirían réditos impresionantes, pero lo único que obtuvieron fue un departamento vacío: Velázquez había desaparecido, llevándose sus ilusiones y el dinero con él.
Esta jugada maestra no fue la única. El impostor también defraudó a un agenciero de automóviles, a dos comerciantes locales y hasta al dueño del departamento que alquilaba, a quien nunca pagó y terminó estafando por otros $2 millones. Sumando todo, el engaño alcanzó unos $50 millones, un golpe que dejó a Santiago del Estero conmocionado y lleno de interrogantes.
No contento con el botín inicial, Velázquez usó la misma táctica con un quinielero local, a quien también convenció con promesas de «una oportunidad única para invertir» y tasas de interés exorbitantes. Las víctimas, desesperadas y sin respuestas, acudieron a la Fiscalía y presentaron una denuncia penal, representadas por los abogados Franklin Moyano y Eliana Frías. «Nuestros clientes le entregaron dinero y, así de sencillo, el sujeto ha desaparecido», lamentó Moyano.
Antes de su partida, Velázquez devolvió el auto a la empresa de remises donde trabajaba, diciendo simplemente que tenía «problemas familiares». Dejó tras de sí, literalmente, un tendal de gente embaucada, un rastro de engaños que ahora las autoridades intentan desenmarañar. La prioridad es encontrarlo: ¿ha salido del país o se oculta en algún rincón de Argentina? Y, más allá de eso, se abre otra incógnita inquietante: ¿de dónde provenía el dinero que las víctimas decidieron “invertir”?
Este episodio ha dejado a muchos con un amargo sabor de boca y una lección dolorosa sobre los riesgos de confiar en promesas demasiado buenas para ser verdad.
Deja una respuesta